Desde el punto de vista contable, los activos representan todo tipo de bienes, capaces de generar rendimientos económicos en el futuro, bien sea a través de su uso, su venta o su intercambio.
Todos ellos se clasifican mediante su funcionalidad y su liquidez.
Un activo tangible es aquel que tiene forma física, es decir que se puede ver o tocar, como por ejemplo, un terreno, edificio, producto, equipo, transporte, materia prima para la producción, entre otros.
Un activo intangible es aquel que no puede ser percibido físicamente, es decir no se puede ver ni tocar, totalmente opuesto al activo tangible. Por ejemplo, marcas, licencias, patentes o derechos de autor, dominios de internet, franquicias, entre otros.
Un activo corriente, también conocido como activo circulante o líquido, es aquel que está en constante movimiento, puede venderse, utilizarse sin dificultad y convertirse en dinero líquido en menos de doce meses.
En otras palabras, es el conjunto de recursos que la empresa utiliza en su día a día, que en un corto plazo puede convertirse en liquidez para la misma. Por ejemplo, tesorería y caja, inversiones financieras, entre otros.
Un activo no corriente, también conocido como activo fijo o inmovilizado, es aquel que también forma parte de la empresa, pero que podrá convertirse en dinero líquido en un medio o largo plazo, es decir, por un periodo superior al año. Por ejemplo, maquinarias, bienes raíces, equipos, propiedad intelectual, construcciones, entre otros.
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