El déficit (del latín deficere, que significa “faltar”) es la escasez de algo que se necesita o se valora como imprescindible.
El término se puede usar con diferentes productos o bienes, desde alimentos hasta dinero.
Ahora bien, en términos financieros, el déficit sucede cuando en una empresa o entidad financiera se obtienen más egresos que ingresos al final de sus actividades económicas, es decir, cuando la ganancia es negativa y los gastos son superiores a los ingresos.
Es lo contrario a un superávit (situación en la que los ingresos son mayores a los egresos).
Los tipos de déficit afectan tanto a las empresas como a los Estados, y pueden tener un impacto significativo en sus respectivas situaciones financieras y económicas. A continuación, se presentan algunas definiciones breves de los principales tipos de déficits:
Entender y monitorear estos déficits es crucial para las empresas y los gobiernos, ya que pueden tener consecuencias económicas y sociales profundas si no se abordan adecuadamente.
Hay tres principales formas de evitar que ocurra un déficit en la empresa. La primera es una de las grandes claves: la previsión, se debe crear y mantener fondos de emergencia para estos casos. La segunda es contar con un buen control de las facturas y la tercera, la reducción de procesos redundantes para ahorrar costos.
En el caso de la administración del Estado, también existen tres alternativas principales para controlar el déficit: reducción del gasto público o contar con una fuente sostenida de financiación, bien sea emitir deuda pública, subida de impuestos y venta de bienes o recursos naturales.
Sin embargo, en el caso del aumento de impuesto y la emisión de dinero, estas soluciones tienen ciertas consecuencias, para los ciudadanos y el sector privado, ya que puede aumentar la inflación.
En una situación ideal, tanto las empresas como los gobiernos con una buena planificación deberían poder tener un backup en situaciones de emergencia financiera.
Regresar al glosario